La oración es un valor que todo creyente debe poseer. No es tan solo un recurso o herramienta para ser victorioso, es la respiración misma del cristiano; es el oxígeno que nos mantiene con vida; es un estilo de vida, orar sin cesar. Es un privilegio que Dios concede a sus hijos el poder hablar directamente con su Padre Abba, comunicándonos con Dios de forma abierta y sincera. Orar no es repetir palabras, tampoco es tener una determinada postura; orar es tener una relación íntima y estrecha con Dios; es encontrarnos con él diariamente. En la oración también hacemos espacio para escuchar la voz de Dios. Dios es Espíritu, hablamos con Dios desde nuestro espíritu redimido y Dios nos habla al espíritu. No obstante, orar es uno de los ejercicios espirituales que más nos cuesta realizar, ya que conlleva mucha disciplina. Algunas razones por las cuales muchos cristianos no desarrollan una disciplina de oración son las siguientes: el estar muy ocupado, estar distraído, orar no es una prioridad, estar frustrado cuando no ven resultados inmediatos, no saber esperar el tiempo necesario, no tener el conocimiento de cómo orar, etc. Encontramos en la biblia que los hombres y mujeres que alcanzaron grandes logros, como David, Moisés, Abraham, Elías, Daniel, Pablo, Pedro fueron personas de oración. La oración fue una prioridad en la vida de Jesús, y así también debe ser para nosotros. Jesús nos dio el ejemplo cuando echó los cambistas fuera del templo y dijo: “¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho, casa de ladrones”, Marcos 11:17. Jesús es el modelo y maestro por excelencia de quien podemos aprender sobre la importancia de la oración; pues oraba en diferentes lugares como en el monte, en el desierto; oraba solo, con sus discípulos más allegados, o con todos sus discípulos; oraba en diferentes momentos: en la mañana, en la tarde o en la noche. Fue tan importante la oración en la vida de Jesús que les enseñó a sus discípulos y nos dejó a los creyentes el modelo de oración del Padre Nuestro. Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”, Lucas 11:1. Los discípulos aprendieron de Jesús el valor de la oración y lo llevaron a su vida práctica. Fue entonces como la iglesia primitiva nació en oración y se desarrolló en el poder de la oración. Por eso la iglesia levantó muros sobre el Apóstol Pedro en los tiempos en que hubo una gran persecución cuando Pedro estaba en prisión. Hechos 12:5, “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía oración sin cesar a Dios por él.” Cuando Pedro fue libertado de la cárcel, la iglesia estaba orando en la casa de María, la madre de Juan, Hechos 12:12. Pedro continuó su ministerio, otros apóstoles también, mientras tanto, la iglesia permanecía en oración. La iglesia en este tiempo necesita volver a la vida de oración y experimentar el poder a través de la misma, como ocurrió con la iglesia primitiva. La oración causará el despertar de los cristianos devolviéndoles la pasión por la presencia de Dios, la dependencia del Espíritu Santo, la vida en santidad. Necesitamos poner “leña sobre el altar” para que su fuego purificador arda de continuo. “Y el fuego encendido sobre el altar, no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana y acomodará el holocausto sobre él y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. El fuego arderá continuamente sobre el altar, no se apagará”, Levíticos 6:12-13. Si la oración es una prioridad en la iglesia, veremos la manifestación de la presencia y el poder de Dios en la misma como nunca antes en la historia de la iglesia. El evangelio será predicado y respaldado con milagros, señales y prodigios; veremos a los cautivos correr a Cristo, los enfermos sanarse, los quebrantados del alma ser restaurados y los oprimidos por el diablo ser libertados. La gloria de Dios se manifestará poderosamente en la tierra. Somos la iglesia del último tiempo, llamada a manifestar a Cristo vivo y con poder para el cumplimiento de sus planes en la tierra. Por tal razón, necesitamos vivir a diario en una verdadera relación con Dios, siendo una morada de oración. “Mi casa será llamada, casa de oración para las naciones.” |
La casa de oración |
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